El 3 de mayo de 2004 nace oficialmente la Fundación Alberto Jiménez-Arellano Alonso. Por
lo tanto, en 2024, se cumple su vigésimo aniversario. Con este motivo, hemos organizado
esta exposición temporal de producción propia con la que además queremos dar a conocer a
una artista cuya obra forma parte de nuestra colección de arte contemporáneo
(actualmente no expuesta). Una creadora que además mantiene una relación personal con
los fundadores de esta institución, Ana Alonso y Alberto Jiménez-Arellano.
A lo largo de los años, Magda Bolumar, ha enviado felicitaciones de Navidad al matrimonio.
Son buenos deseos para el nuevo año que comienza que, en ocasiones, incluyen además
breves reflexiones sobre su estado personal o sobre lo que acontece en el mundo (“STOP a
la guerra”).
Exponemos nueve de esas felicitaciones realizadas por la pintora catalana, además de dos
cartas ológrafas, en lo que supone una producción que, podría ser considerada menor, pero
que refleja todo el lenguaje creativo de Magda Bolumar, además de ser una muestra de
intimidad. Se completa la muestra con un óleo inédito, que por primera vez puede verse en nuestras salas. Una ocasión pues para celebrar el paso del tiempo y de la amistad a la que os invitamos a participar.
MAGDA BOLUMAR CHERTÓ (Caldes d’Estrac, El Maresme, Barcelona, 1936)
Magda Bolumar forma parte de ese grupo de mujeres artistas «redescubiertas» en su vejez.
Gracias a recientes investigaciones y exposiciones, se ha reivindicado su obra, dándole la
relevancia que ha tenido en el arte. Este olvido ha sido habitual, a la hora de escribir la
historia del arte, en el caso de las mujeres. Pero, en su caso se une además que se vio
opacada por la fuerte personalidad artística del escultor Moisés Villèlia (Barcelona, 1928-
1994), su marido.
Comenzó a dibujar en la escuela, con tan solo 8 años. Ya entonces no se limitaba a copiar las
láminas a carboncillo sino que introduce el color, que siempre ha sido una obsesión en su
obra porque «le acerca más a la naturaleza». Gracias a su habilidad, su profesora anima a sus padres a que la niña siga formándose. Magda entra en el estudio del pintor Estrany y, más tarde, ingresa en la Escuela de Artes y Oficios de Mataró, donde conocerá a Villèlia. Recibió por tanto una amplia formación técnica y teórica.
En los años 50 del siglo XX, fue una de las pocas mujeres vinculada a los círculos de la
vanguardia artística de Cataluña, siendo compañera y amiga de creadores como Joan Brossa,
Cirici Pellicer, Antonio Cumella o Joan Prats. Todos ellos formaron parte del grupo artístico
Dau al Set, renovador del lenguaje artístico español de la época con la introducción del
informalismo [= movimiento artístico que surge en Europa tras la segunda Guerra Mundial.
Se caracteriza por la abstracción y la importancia que se da a los materiales y a la
gestualidad frente al dibujo].
Durante los años 60 y 70 expuso en las principales galerías de Barcelona y participó en
exposiciones innovadoras como los Salones de Mayo o la colectiva «El arte y la paz»
organizada por la UNESCO. En 1960 se hace muy popular gracias a sus arpilleras experimentando con este material poco habitual. En esta década también fue reconocida por sus dibujos, con un diseño personal y poético en el que la naturaleza y el universo son protagonistas.
A partir de los años 70, su actividad artística se verá reducida debido al nacimiento de su
hijo. Después se verá afectada por los viajes de su marido y más tarde por la enfermedad y el
cuidado a éste, falleciendo finalmente Villèlia en 1994. Dio prioridad a su papel de madre,
esposa y cuidadora, dejando de lado el de artista, lo que influyó en el desconocimiento de su
obra.
Sin embargo, tras la muerte de su marido ha continuado activa, llegando a realizar en 25
años, más de 200 arpilleras y 500 dibujos, además de óleos y esmaltes. En ellos su lenguaje
formal se ha liberado, siendo más poético e intuitivo.
LAS ARPILLERAS
Las arpilleras son piezas textiles fabricadas con fibras vegetales como el cáñamo, el yute o el
esparto. Otros artistas informalistas, como Millares, también las utilizaron. Pero las de
Magda Bolumar se diferencia de ellas por el uso del color.
La autora divide, agrupa o trenza los hilos para crear formas orgánicas que recuerdan a
cuerpos con brazos, mástiles, ramas, membranas… Otras veces se convierten en formas
geométricas como triángulos, ajedrezados o estrellas.
En ambos casos llaman la atención los vivos colores sacados de la naturaleza. Dominan los
anaranjados, azules, morados, verdes y marrones, que nos recuerdan al amanecer o a los
bosques otoñales.
A lo largo del tiempo va introduciendo algunas diferencias, que son reflejo de su crecimiento
vital.
LOS DIBUJOS
Se caracterizan por el uso del color y por incluir formas que evocan mundos entre lo onírico
y lo cósmico. Utilizando líneas finas y rítmicas, dispuestas sobre fondos lisos, Bolumar crea
formas que recuerdan desde pequeños insectos o ramajes, hasta constelaciones.
El trabajo previo es muy laborioso, dando protagonismo al propio material e investigando
nuevas técnicas. Prepara la lámina sobre la que va a trabajar aplicando diversas capas de
goma laca, que calienta para aprovechar los efectos que esto provoca (grumos,
abultamientos, lunas). Una vez seca, la lija y vuelve a trabajar sobre ella, aplicando una
nueva capa preparatoria para utilizar entonces carboncillo, témpera o lápices de color.
En ocasiones incluye también pequeños puntos de esmalte, que prepara previamente y
recorta con cuidado para colocarlos en el punto en que una línea se cruza con otra. Es como
si del choque se generase un punto de luz.
Otras veces, los efectos del color los obtiene escurriendo las manchas de pintura tiernas con
un barniz, antes de que se sequen, lo que permite lograr efectos aterciopelados, aureolas o
formas que recuerdan a las copas de los árboles.
El resultado es asombroso: dibujos con consistencia física en el espacio.